¿Cómo decir adiós?

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María Paula es una niña de seis años que cursa sus primeros estudios en la escuela primaria especializada en baja visión, porque sus ojitos no le permiten ver correctamente sin sus espejuelos y el cariño de su maestra la motiva a ir cada día a la escuela para aprender nuevas lecciones y rehabilitar sus ojos.

Leocadia Wilson Alarcón es la seño a la que todos los niños adoran por su dedicación en el aula, el amor que les brinda a cada uno de sus alumnos y sobre todo los conocimientos que les aporta.

El 1977 abrió paso a un nuevo camino por el que transitaría Leo como futura maestra de enseñanza primaria, hoy han pasado 45 años desde su comienzo y aun ejerce su profesión con la misma pasión con la que inició a impartir sus primeras clases.

En los primeros años de trabajo como profesora laboró en diversas escuelas primarias de la provincia de Santiago de Cuba, pero no es hasta que pasaron quince años que entra a trabajar en la Escuela Especial Antonio Fernández León en la cual lleva tres décadas.

¿Qué la llevó a trabajar en esta escuela especial?

"Un día iba caminando cuando vi a un niño ciego cruzando la calle y esto me dio curiosidad, me motivó a conocer cómo era la vida de esos pequeños y su desarrollo desde la parte académica, pues ya conocía cómo era la de un niño sin esta dificultad porque ya llevaba tiempo dándole clases a muchos de ellos. Un día me propusieron trabajar en esta especialidad durante un año, en ese momento me enamoré completamente del trabajo con estos niños y decidí quedarme en la escuela".

Para Leocadia la mayor motivación para ir día tras día al aula es enseñar a sus alumnos para que los niños con baja visión se rehabiliten y los ciegos se puedan insertar en la sociedad sin diferencias y se mantengan a la misma altura de la enseñanza regular.

"Esta profesión es muy linda porque a los niños los enseñamos de una forma diferente realizando adaptaciones al plan de estudio y esto lo hago con mucho amor, en el caso de los no videntes utilizamos el sistema brailer para la lectura y escritura y formas gráficas manuales para ayudarlos a ubicarse en la realidad, por ejemplo si le hablamos de un caballo le damos uno de juguete para que pueda manipularlo y conozca más o menos cuál es su forma real, con los videntes el método que utilizamos es agradar un poco las letras o las imágenes y pronunciar los colores para que los vean mejor", afirmó la maestra.

El apoyo de su familia, en especial de su mamá, fue un elemento esencial para que esta querida educadora se mantuviera dando clases y enseñara a tanto niños que hoy son adultos y agradecen su ayuda porque a pesar de su discapacidad siguieron su consejo y no detuvieron sus estudios hasta que se graduaron de la universidad y se convirtieron en abogados, psicólogos u otros profesionales.

"Me enorgullece cuando me encuentro a alguno de mis viejos alumnos por la calle y me dicen cosas lindas mientras me cuentan lo lejos que han podido llegar en su vida porque veo el fruto de mi trabajo y que las semillas que un día planté florecieron de manera hermosa", expresó.

Los años han pasado y llegó el momento en el que esa dulce y amable profesora tiene que despedirse de la escuela que por tanto tiempo la acogió, mira a su alrededor y un poco nostálgica comenta: "los voy a extrañar, estos niños se ganaron mi corazón y ocuparon el lugar de los hijos que nunca tuve, por eso siempre han sido parte de mi vida”, así culminó, con pocos deseos de decir adiós a su trayectoria como educadora.

Fuente:sm

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